Síntomas de la depresión

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¿Qué es la depresión?

La depresión, conocida clínicamente como trastorno de depresión mayor, es una enfermedad que se caracteriza por un estado de ánimo bajo y pérdida de interés y placer en actividades que antes se disfrutaban. Es una de las enfermedades más frecuentes en el ser humano, y puede aparecer de forma crónica, con episodios recurrentes. Tan solo en España, se estima que unas 4 millones de personas sufren de depresión, aproximadamente un 8.4% de la población.

Es una aflicción mucho más frecuente en mujeres, algo acentuado aún más por los cuadros de depresión graves (por cada hombre con depresión grave hay 3,5 mujeres). Aunque es algo que ha mejorado a lo largo de los últimos años, sigue existiendo mucho estigma alrededor de la depresión, lo cual lleva a muchos a ocultar su sufrimiento y causa dificultad en su tratamiento. Adicionalmente, la salud mental supone una carga inmensa en nuestro sistema de salud pública, la cual está muy lejos de estar suficientemente preparada para su detección y tratamiento. En España existen listas de espera de 3 o 4 meses, y conseguir un seguimiento adecuado (más que puramente farmacológico) es extremadamente difícil.

Diagnóstico y síntomas de la depresión

A día de hoy, los criterios más empleados para el diagnóstico de la depresión mayor y otros trastornos mentales es el DSM-V (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, por sus siglas en inglés), escrito por el APA (American Psychiatric Association). Los criterios de diagnóstico se comenzaron a estandarizar después de la segunda guerra mundial, para tratar a soldados que volvían con diferentes trastornos y dificultades. Se ha ido editando y revisando por APA a lo largo de los años, con la última edición, el DSM-V, publicado en 2013.  Otro manual empleado es el ICD-10 (International Classification of Diseases) escrito por la OMS (Organización Mundial de la Salud).

Para realizar el diagnóstico formal con un psiquiatra, los síntomas tienen que causar un deterioro significativo en algún área de funcionamiento, como la vida social o laboral. Los síntomas deben estar presentes al menos 2 semanas, pero suelen alargarse más. Deben estar presentes uno de los dos primeros síntomas descritos abajo, y otros cuatro adicionales, para un diagnóstico de depresión mayor según el DSM-V:

1.    Estado de ánimo deprimido durante gran parte del día y durante casi todos los días.

2.    Disminución del interés o el placer por las actividades, los hobbies, el entorno, etc.

3.    Disminución de la concentración.

4.    Cambios en el peso o en el apetito.

5.    Insomnio o somnolencia casi todos los días.

6.    Sentimientos de culpa, generalmente inapropiada o excesiva, o de inutilidad.

7.    Falta de energía, fatiga casi todos los días.

8.    Cambios psicomotores – puede aparecer de muchas maneras, como agitación, o enlentecimiento de la marcha.

9.    Pensamientos de muerte recurrentes e ideas de suicidio.

Saliendo del marco del DSM-V, es importante señalar que existen otros síntomas de la depresión no indicados en el manual. Es una enfermedad que puede presentarse de maneras extremadamente variadas entre individuos. Esto puede dificultar su diagnóstico, ya que los criterios señalados no se cumplen, pero aún así existe un sufrimiento verdadero por parte de la persona.

Aunque el humor triste y desanimado es lo más comúnmente asociado a la depresión, esta también puede expresarse a través de alta irritabilidad, ansiedad, falta de ilusión e incluso ira. La anhedonia o la apatía también es muy común, y esto puede llevar a un aplanamiento emocional – un estado de indiferencia más que de tristeza o irritabilidad. La tendencia a la procrastinación aumenta, ya que suele haber una mayor falta de iniciativa o menos motivación.

También pueden presentarse algunos síntomas cognitivos. Problemas de concentración y atención es lo más frecuente, pero también pueden surgir problemas de memoria, generalmente vinculados a fallos atencionales. Por último, los síntomas físicos, como cambios en el sueño, el apetito y la energía, son muy comunes y extremadamente difíciles de tratar. Estos síntomas causan un impacto directo en el estado de ánimo y la salud física, por lo tanto empeorando la depresión, que a su vez dificulta el cambio de los malos hábitos asociados a estos síntomas físicos. Es un círculo vicioso muy peligroso para aquellos con depresión.

Lo más importante a recalcar aquí es que la depresión puede expresarse de maneras muy distintas. Donde alguien puede aislarse y dejar de comunicarse con los demás, otra persona puede hacer todo lo contrario, socializando en búsqueda de distracciones constantes. El dolor no siempre habita a plena vista. Es vital, tanto por parte del profesional como por amigos y familiares, escuchar a la persona que sufre, no minimizar su sufrimiento y ofrecer un acompañamiento con respeto y paciencia hacia el otro. 

Problemas con la categorización y clasificación de los trastornos mentales y el DSM-V

Existen muchas críticas por parte de profesionales de salud mental (y por pacientes también) sobre la rigidez de los criterios diagnósticos encontrados en el DSM-V y otros manuales de diagnóstico. Hay que recalcar que el 69% de aquellos encargados en redactar el DSM-V tienen lazos directos con compañías farmacéuticas, poniendo en cuestión la integridad y la influencia ejercida sobre este manual.

Por un lado, el DSM-V es útil para establecer guías y criterios estandarizados para el diagnóstico de los trastornos mentales. Proporciona un marco de normativas que los profesionales sanitarios pueden emplear, y ofrece un estándar para el desarrollo de la investigación. Por otro lado, el DSM simplifica la salud mental a una serie de criterios y números, que no abarca la complejidad del comportamiento humano. Quien no cumpla estos criterios, aún a pesar de su sufrimiento, usualmente no recibe la ayuda adecuada.  El establecer criterios tan rígidos también puede conducir al diagnóstico erróneo o sobre diagnóstico. Por último, como ya hemos comentado, el estigma sobre la salud mental sigue existiendo, y el uso de etiquetas y categorías para definir a personas puede ser dañino a nivel personal, social y laboral.

Actualmente existen varias alternativas al DSM-V y el ICD-10. El PDM (Psychodynamic Diagnostic Manual) intenta integrar una evaluación de la personalidad en el diagnóstico, basándose en la teoría psicodinámica. El PTMF (Power Threat Meaning Framework, por sus siglas en inglés), la propuesta más radical, rechaza completamente el diagnóstico psiquiátrico, y en vez analiza como estructuras de poder opresivas crean métodos y comportamiento dañinos para lidiar con estas estructuras. Sin embargo, ninguna de estas alternativas es muy conocida en el mundo de la salud mental, y por lo tanto se emplean poco y su desarrollo investigativo es casi nulo.

Muchos profesionales opinan que, aunque el diagnóstico puede ofrecer practicidades en investigación y otros temas más burocráticos (como los seguros de salud y atención hospitalaria), también puede ser incluso perjudicial durante un tratamiento terapéutico. El DSM reduce el sufrimiento humano a un cerebro ‘roto’, que trata a los factores psicosociales, como externos a la aflicción. El problema principal se reduce a una disfunción interna, ignorando la interacción compleja de factores psicológicos, sociales, contextuales y biológicos. Para poder ofrecer un acompañamiento más humano y empático, se debe avanzar hacia una perspectiva más holística de la salud mental, en la que se tiene en consideración la multiplicidad y complejidad de la persona y el mundo que le rodea.

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