El duelo por la pérdida de un ser querido es un proceso natural y universal, en el que influyen factores personales, sociales y culturales, que terminan convirtiéndolo en un proceso único, personal e intransferible. La dificultad para aceptar la pérdida, así como el deterioro del bienestar personal y social, son características frecuentes de los procesos de duelo (Rosner et al., 2021). A pesar de que, en la mayor parte de la población, el dolor agudo tiende a disminuir con el tiempo, alrededor del 10% sigue experimentando dificultades significativas varios meses después de la pérdida (Lundorff et al., 2017).
En la actualidad, el Duelo Prolongado es reconocido como una condición clínica en la última versión de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-18). Esta afectación se caracteriza por:
(1) angustia de separación, manifestada en una respuesta persistente de añoranza y preocupación;
(2) reactividad emocional intensa, que puede incluir ira, negación, culpa, insensibilidad emocional, sensación de vacío o evitación; y
(3) un deterioro funcional significativo (Eisma, 2023; Shevlin et al., 2023). Para ser diagnosticado, estos síntomas deben presentarse en un grado severo durante, al menos, seis meses después de la pérdida (WHO, 2022).
Los estudios de metaanálisis recientes han mostrado que la terapia psicológica tiene una eficacia moderada en el tratamiento del duelo (Komischke-Konnerup et al., 2024; Johannsen et al., 2019). Además, aún no existe evidencia sobre la efectividad de ningún fármaco por sí solo, incluyendo los antidepresivos (Shear et al., 2016; Bui et al., 2012). Ante estas limitaciones sobre las herramientas terapéuticas disponibles hasta la fecha, han surgido nuevas aproximaciones para abordar el duelo prolongado, entre las que se encuentran la terapia asistida con psicodélicos o terapia psicodélica.
A lo largo de los últimos años, diversos estudios han señalado el potencial de las sustancias psicodélicas para facilitar la aceptación de la irreversibilidad de la muerte y promover la continuidad del vínculo con el ser querido (Gowda et al., 2016; Low et al., 2023; González et al., 2019; 2020). Esta evidencia preliminar, ha llevado a grandes instituciones como la Johns Hopkins University (EE. UU.), la Queensland University (Australia) o la Fundación Beckley Med (España), a llevar a cabo estudios clínicos sobre la terapia asistida con psicodélicos en los procesos de duelo, obteniendo resultados prometedores, difícilmente alcanzables con la terapia estándar.
El efecto terapéutico de los psicodélicos en el duelo, y en particular de la terapia asistida con ketamina (KAP), se fundamenta en distintos niveles de evidencia:
A nivel neurobiológico, la ketamina promueve la neurogénesis, la plasticidad neuronal y la metaplasticidad (Deyama et al., 2023; Nardou et al., 2023), especialmente en áreas como la corteza prefrontal y el hipocampo, que ejercen un rol clave en el aprendizaje, la regulación emocional y el comportamiento social. Este periodo neuroplasticidad se conoce como “periodo crítico”, y comienza pocas horas después de la administración, extendiéndose a lo largo de varios días. Esta ventana temporal favorece el aprendizaje, la flexibilidad psicológica, la reestructuración cognitiva y la adopción de nuevos patrones de comportamiento (Gorman et al., 2021; Luoma et al., 2019), resultando un periodo especialmente fértil para profundizar durante un proceso de psicoterapia.
Además, el efecto terapéutico de la ketamina en los procesos de duelo también puede verse enriquecido por la experiencia fenomenológica durante el estado modificado de conciencia inducido por el fármaco (Low et al., 2023). Al igual que otras sustancias psicodélicas, la ketamina ha sido asociada con experiencias de aceptación, reevaluación de eventos difíciles y experiencias místicas (Gowda et al., 2016). La información que emerge durante las experiencias inducidas por la administración de ketamina u otros psicodélicos, pueden proporcionar nuevas perspectivas que permitan transformar las narrativas desadaptativas sobre uno mismo y sobre nuestro ser querido (Carhart-Harris et al., 2019; Hartogsohn et al., 2018), así como las creencias ontológicas sobre las que sostenemos nuestra comprensión de la vida y la muerte (Timmerman et al., 2021).
Por tanto, el conocimiento científico más vanguardista parece indicar que el proceso de psicoterapia asistido con psicodélicos (PAT), incluida la terapia asistida con ketamina (KAP), podría ayudar a profundizar y enriquecer las aproximaciones terapéuticas más eficaces que disponemos hasta la fecha para el tratamiento del duelo prolongado.
Referencias
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